Orgullosos caminan de un lado a
otro los 6 miembros infaltables de las fotos que se conocen de los miembros
negociadores de las Farc en Cuba.
Sin el más mínimo asomo de vergüenza
dan discursos interminables e inteligibles sobre sus supuestos valores y su
perfecta ideología guerrerista, indiscriminada e injustificable. Osan mostrarse
ante un país que los ha visto combatir, hostigar, secuestrar, bombardear y
traficar; como personas corrientes de una sociedad que sufre los vejámenes de
la guerra que ellos mismos han propiciado por años.
Emplean para sus fines perversos
a niños, campesinos, hombres y mujeres a quienes bajo presión obligan a tomar
fusiles en sus manos, vestir uniformes de guerra y bombardear y asesinar a sus
propios familiares y vecinos, les roban el alma y les congelan el corazón con
sus ideas de pobreza e insurrección y de este modo los internan en las selvas
para que vivan peor que animales, escondidos, abusados y humillados.
Sus jefes y cabecillas se ocupan
de organizar a los guerreros que no son más que simples peones de ajedrez que
salen de primero para poner el pecho y proteger toda una estructura
narcotraficante, secuestradora y terrorista que no les otorga de vuelta ningún
beneficio, ni calidad de vida, por la que supuestamente han de luchar los
colombianos más olvidados por el Estado.
Esta guerrilla profesa una
supuesta doctrina en la que la igualdad y la erradicación de las clases
sociales y el capitalismo sea la ruta de
crecimiento y fortalecimiento de los ciudadanos; pero no se han dado cuenta de
que sus jefes son los seres que más desean ostentar el poder, abarcar la
apropiación de tierras y adueñarse de todo cuanto les sea posible para seguir
desangrando a este país; porque dejemos
de creer que lo que ellos quieren es representar a l proletariado, o e palabras
más claras, representar a un pueblo oprimido y sufrido.
El sufrimiento de este país se ha
dado principalmente a causa de la lucha insensata, egoísta y latifundista de un
grupo de hombres que a causa de su corta visión y su pobre capacidad de
socializar y de vivir en comunidad decidieron
adentrarse en las selvas colombianas arrastrando a tal condición a inocentes
personas a las que además de convertirles en asesinos y terroristas, les
truncaron la posibilidad de hacer sus vidas en colegios, universidades y
empresas.
Haciendo esta reflexión, hasta
comprendo el motivo por el que los gobiernos de este país han estado vendiendo
las empresas nacionales,¡ y han acabado con la propiedad del colombiano, quizá
por evitar los inconscientes y abusadores terroristas sigan expropiando a los
trabajadores colombianos; eso no significa que defienda el proceder del
gobierno.
No obstante, entre las dos partes
han conseguido que cada vez haya más pobreza, menos calidad de vida, menos
campesinos en su parcelas trabajando y produciendo para el crecimiento de este
país, para el auto-abastecimiento y sostenimiento de tierras y ciudades; cuando
el campesino puede cultivar y proveer de alimentos al área urbana, el ciudadano
puede devolver en tecnología y consumo el esfuerzo realizado en la tierra; hay
empleo y no mendicidad y desde luego hay más seguridad y menos tiempo para
perder en buscar la caída y la corrupción
a los demás.
Soy una convencida de que tener
la mente y las manos ocupadas en producir no solo hace que se crezca como
persona, como experto (aún cuando no se haya ido a la universidad), como comunidad
y desde luego como sociedad. Tener la oportunidad de levantarse sin miedos a un
ataque, a un secuestro o a una explosión les da a las personas la posibilidad
de fortalecer sus lazos sociales y sobre todo de constituir alianzas reales que
protejan y robustezcan la salud mental de los habitantes.
Tener la confianza de poder
comercializar y obtener beneficios por lo productos cosechados, por la mercancía
hecha en las industrias colombianas, poder contar con empleos reales que cubran
las necesidades de las personas, contar con prestaciones sociales y suficientes
beneficios tributarios de manera que no haya que evadir impuestos con la
finalidad de “vengar” la corrupción de las entidades del Estado.
No es solamente obligación de los
guerrilleros abandonar las armas, acabar con el conflicto sin condiciones,
permitir que los ciudadanos puedan desarrollarse personal, cultural y
financieramente con libertades garantizadas por el Estado, sino que también éste
último está en la obligación de hacer valer el poder que los ciudadanos le han otorgado
a sus gobernantes y devolverles con buenas prácticas empresariales, financieras
y sin más condición que el aporte que cada ciudadano da con su esfuerzo, su
compromiso y su trabajo.
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