martes

De turista en Santa Marta

 Hace unos días tuve la oportunidad de tomar unos días de descanso en Santa Marta, porque como buena cachaca las mejores vacaciones son con el sonido de las olas y el intenso sol que deja sus huellas. Pues bien, como nunca lo había hecho, me hospedé en un hotel con algunos metros de playa "privada" y varias actividades internas que me permitieron relajarme por completo, no tuve que buscar restaurante, ni alquilar carpa o asientos, pude llevar bebidas y comidas a mi gusto y no juntarme más que con los otros huéspedes del hotel que ubicaban sus sillas y camastros a unos dos metros de distancia. Vivir así sería magnífico.

Sin embargo, el tercer día ya decidí ir a la ciudad como para cambiar de plan, pero antes, decidimos con mi esposo ir al acuario y nos fuimos a la playa del Rodadero, caminamos varios metros buscando las lanchas que hacen el recorrido y a mitad de camino en medio de una marea de carpas, sillas, flotadores, vendedores, turistas, basura, olores, parte de la calle medio destruída y un trancón infernal nos encontramos con un "promotor de planes al acuario", nos llevó hasta el fin de la playa hacia el norte y después de negociar internamente con otro sujeto nos embarcaron en una lancha y desaparecieron, eso sí cobraron primero los pasajes.

De pronto apareció un barco de la Armada Nacional anunciando que que no había permiso para partir de la playa del Rodadero porque tanto Playa Blanca, como el acuario estaban con el aforo lleno. Tuvimos que bajar de la lancha y empezar a buscar a los dos sujetos. Nadie sabía dar razón de ellos, luego de dar vueltas, llamar sin respuesta al responsable y buscar una aguja en un pajar, alguien de las verdaderas operadoras de esas excursiones a Playa Blanca nos ayudó a contactarlo o al menos a indicarnos donde estaba, el tipo solo nos regresó la mitad del dinero y dijo que el otro, ( el que nos pescó en la playa) tenía el resto, así que nos fuimos por toda la playa buscando de nuevo entre colores, ruido y olores a un hombre cuya descripción podía parecerse a la de cualquiera. Pero luego de asolearnos por más de un kilómetro lo vimos tratando de engatusar a un par de chilenas.

Se sabe que en Colombia hay que tener los ojos bien abiertos y los sentidos muy dispuestos para detectar las estafas, pero como digo siempre, si no cae en una, cae en otra. Si no es el de turismo, es el restaurante, son los billetes falsos o los cobros excesivos por cualquier producto, y solo porque te ven cara de cachaco o de turista, simplemente. 

Luego del disgusto, decidimos ir al centro de la ciudad, al famoso parque de los novios que por esos días albergaba a varios vendedores con sus carpas y productos, adultos, niños y mascotas por doquier, y en alguna de sus calles aledañas encontramos un sitio de paz, una bar muy tranquilo en que los cócteles nos arreglaron la tarde y el ánimo, música variada, excelente atención y además logramos hacer nuestro record de altura con el jenga (porque además prestan juegos de mesa a los clientes) Es un sitio que vale la pena.

Al salir de allí y ya entrada la noche fuimos a caminar por el malecón que por cierto está bastante remodelado y si estuviese limpio hasta tendría un aire al muelle de Santa Mónica en California. El caso es que lo que lo convierte en realmente agotador es la cantidad de gente, hay tantos locales, como visitantes y tanto ruido y tráfico que se convierte en una caminata rápida para evitar el estrés. No así el clima, que es maravilloso y combina perfectamente el calor de unos 25 grados Centígrados con la fría brisa del mar.

Entonces se pregunta uno si vale la pena estar en esa montaña rusa de emociones y sensaciones y pensar que en la jubilación se logrará en un lugar que ofrezca playa, brisa y mar, pero sin los inconvenientes de los tramposos, el tráfico atestado, el exceso de adultos, niños y mascotas o si mejor se queda uno en sus ciudad habitual con los mismos problemas, pero sin el vaivén de las olas, los 25 grados en noches frescas con vientos mecedores, el arroz con coco, las cocadas, el cayeye y la amabilidad del costeño que de por sí es una maravilla de persona y muy servicial (hasta que entras en negocios)

Quiero quedarme con lo bueno, no es la primera vez que paso por una experiencia desagradable allá, y siempre quiero recordar las agradables, que han sido muchas más y que son las que me hacen querer volver una y mil veces a un territorio que parece el extranjero, pero, que es tan colombiano como yo. Por cierto, el tipo nos regreso la otra mitad del dinero y creo que en sus adentros rogaba que no le hiciéramos un escándalo para así poder concretar su negocio con las chilenas. 

viernes

Caos en el tráfico de Bogotá

Desde hace 6 meses he dejado de usar el carro día de por medio, para ir a trabajo. Ocasionalmente o cuando es de necesidad imperiosa lo saco del parqueadero, porque Bogotá es cada día más caótica en su tráfico; y no es solamente por la cantidad de vehículos que circulan por las vías, es más por lo malos conductores que somos.

Subirse al carro es casi como prepararse para la guerra. No existe un viaje en el que uno no tenga que encontrarse con personas que desconocen por completo el uso de luces direccionales y de pronto se atraviesan como si la vía estuviera vacía; o aquellos que en los intercambiadores no se fijan en qué dirección está la guía de acceso y hacer la maniobra arriesgada con tal de meterse al carril deseado sin respetar al que viene soportando la fila, la demora o la velocidad; también aquellos que nuevamente están pasándose los semáforos en amarillo y generan trabas en los cruces de las avenidas (¿no que ese detallito tenía multa?)  

¿Qué nos pasa? ¿Por qué no respetamos? ¿Nunca nos enseñaron que los peatones tienen prioridad, luego los ciclistas, los motociclistas, los vehículos de servicio público, los particulares y luego todo el tráfico pesado? Por su parte cada uno debe respetar que los demás también tienen derecho al uso de la vía y que su tiempo también es valioso, no por tener prioridad significa que podamos atravesarnos cuando nos apetezca. Si existen los semáforos es porque son indicadores que organizan la vía y a sus actores, qué parte de esto no es clara? ¿qué es lo que no entienden?¿por qué esperar a que sean las multas las que nos corrijan cuando es tan sencillo hacer los que históricamente organiza el trafico en todas las ciudades del mundo?

Debo confesar que desde que conduzco en Bogotá, he perdido la paz a la hora de manejar, y aún cuando siento que tener el caro es una bendición que me da seguridad en mis desplazamientos y ayuda cuando debo cargar varias cosas, pues también siento que en Bogotá es casi un desperdicio mantener un vehículo por el que debo pagar impuestos, póliza, seguro y tecnomecánica por todo un año y no puedo utilizarlo efectivamente más que la mitad de ese año; el gasto en parqueaderos y el riesgo de choques es muy alto, las vías tienen enormes cráteres que además dañan las llantas y otras piezas importantes para el funcionamiento seguro del vehículo. También al tener carro se corre con el riesgo de que los ladrones le roben espejos, emblemas, cocuyos y todo aquello que no esté asegurado y recontra asegurado. 

En fin, todo esto se clasifica para mí entres grandes problemas: 
1. Desorganización y desobediencia en las vías. 
2. Altos costos de mantenimiento por limitada oportunidad de uso. 
3.Inseguridad y bajo mantenimiento de las vías. 
Y ¿la solución? Educación y autocontrol de cada actor vial para hacer del tráfico un aspecto vivible de cada día; y desde luego un sistema de transporte que cubra rutas de norte a sur y de oriente a occidente sin cortes, sin semáforos , que cumpla tiempos, que conecte a la ciudad, no que la clasifique, ni la estatifique. 

Un gobernante tiene poder para organizar, no para hacer lo que le apetezca con el dinero de los contribuyentes, no se le olvide que usted los elije, es con su dinero con el que a ellos les pagan y por lo tanto es usted quien debe exigirle que se suplan sus necesidades, en este caso de transporte y es su derecho exigir que se hagan de manera transparente las licitaciones, la compra de predios, el pago de las deudas de la ciudad y la organización de ésta.  Así que está en su derecho de exigir buenas vías, transporte ágil, útil y puntual. 

miércoles

Usted hace el trancón

El exceso de tráfico es un tema que le quedó grande a la administración Distrital de Bogotá, uno sabe a quién se le debe reclamar, porque todos se tiran la pelota y al final ninguno hace nada para solucionarlo.

Es clarísimo que el trancón no lo hace el Alcalde, lo hacen los ciudadanos cuando se pasan los semáforos en rojo, giran por donde no es, parquean en la vía, cuando los taxistas frenen en seco así sea en la mitad de la calle para recoger a los pasajeros, cuando los peatones se pasan por el piso teniendo sobre sus cabezas los puentes que salvan vidas y en fin, una enorme cantidad de fallas que cometen los colombianos en las vías.

Es sumamente complicado quitar las malas costumbres, pero así como es impajaritable educar a los transeúntes y sobre todo a los conductores también es necesario que las autoridades se pongan en cintura y trabajen internamente en sus comportamientos que son los primeros que le patrocinan la desfachatez y sinvergüencería de los caminantes y conductores.

Con lo anterior me refiero a que no se queden solamente en exigencias burocráticas y exprimideras de bolsillos aquellos trámites como revisión tecnicomecánica,   revisión de Sijín, Dijín y todas las demás que pasan felizmente con un billete ubicado en las llaves del vehículo que se va a revisar, en los Centros de Diagnóstico Automotor.

Es muy lamentable que las mismas autoridades se dejen comprar y permitan que los accidentes en las vías sucedan sin sentir el más mínimo remordimiento por hacer mal su trabajo. Es desvergonzado que los colombianos nos hayamos acostumbrado a saltarnos las normas en la vía si no hay un policía en cada esquina.

Es además muy triste que los policías se presten para realizar comparendos y multen a todo aquel que no ofrezca “para la gaseosa”, camuflado entre los documentos del vehículo cuando se los entregan al agente de tránsito.

No podemos quejarnos cuando nosotros mismos creamos la corrupción en las calles y en las carreteras. No exijamos soluciones cuando ni siquiera estamos dispuestos a ceder el paso a los pocos que usan las direccionales en las calles. No se despeluque cuando lo cierren, se le atraviesen o se coman el semáforo, si usted no ha cooperado y acatado las reglas de conducción y ha realizado las mismas maniobras sin conciencia y sin recato.

La solución si puede empezar en sus manos, conozca los reglamentos de la vía tanto como peatón, ciclista, motociclista, conductor o taxista. Respete la vía de los otros y sobre todo asuma que vive en comunidad y que todos sin excepción tienen derecho a usar las calles de este país.


Por: Yenny Rodríguez Martínez

martes

Más impuestos a los Colombianos

Sigo sin comprender por qué las reformas tributarias, los impuestos al patrimonio y las valorizaciones y todo cuanto ellos inventan para sacar beneficio de los ciudadanos y acabar definitivamente con la clase media, no sale de las propiedades incautada a narcotraficantes y paramilitares, por qué no le hacen reembolsar los dineros que los carruseles a lo largo y ancho del país, se han robado de los mismos pagos que los ciudadanos han pagado a las ciudades y departamentos; por qué no se ocupan de restarle un poco los salarios a los congresistas, las tajadas de los gobernadores y alcaldes, las comisiones a los constructores y a los concesionarios.

Los ciudadanos corrientes han aprendido de los padres de la patria a evadir impuestos, es cierto, pero es apenas justicia con la propia mano cuando cada año incrementan los precios de los alimentos, insumos y materias primas; es lo que hacen para conseguir un poco más de ingresos para sus hogares y empresas y recibir algo de beneficio sin sentirse exprimido por los impuestos nacionales que nunca se ven reflejados en inversiones duraderas, ni reales.

En las ciudades se pagan valorizaciones e impuestos y a cambio no se recibe ni seguridad, ni buenas vías, ni siquiera servicio de transporte público que alcance a cubrir las necesidades de los habitantes, por el contrario lo que las personas hacen es tratar de defenderse de las agresiones a las que se ven sometidas diariamente.

En la salud tampoco se ven reflejados los pagos de impuestos, ni de seguridad social, las EPS se ocupan de recibir ingresos y jamás se construyen clínicas ni hospitales para atender a la cantidad de enfermos y agredidos callejeros que ya se han propagado por todas las calles del país, los medicamentos que les entregan a los tratamientos, cuando los hacen, son insignificantes o toca demandar para poder recibirlos, los impuestos y aportes a la salud nunca aparecen.

Y ni hablemos de las carreteras, pues se pagan peajes carísimos y en pocas vías del país se ve realmente el trabajo de ampliación, dobles calzadas, seguridad vial o control de piratería;  es como si las concesiones viales solo se ocuparan de construir las casetas de cobro y nada más. Se paga impuesto de rodamiento, retenciones de ica y fuente en cada ciudad, a las empresas por entregar carga, a las empresas por recibir la carga, a los policías cuando extorsionan y en fin a todo cuanto se atraviese por la carretera, pero de todos esos pagos, nada se refleja en las vías que cada invierno de deslizan y sufre desprendimientos de la banca que obliga a hacer cierres y tomar alternativas más largas, costosas y tediosas, por supuesto cargadas al bolsillo de los colombianos.


No es justo que mientras algunos consignan sus beneficios extra-salariales en islas Caimán, los otros nos veamos sometidos a pagar más impuestos, aportes, o como quieran llamarle, al Estado con el fin de sostener los caprichos de los carruseles y los pagos ilimitados de las construcciones de obras que nunca terminan en Colombia. 

viernes

FAMILIAS IGUAL DE TÍPICAS

Como si no hubiese suficientes muestras de que la descomposición del núcleo familiar en Colombia es cada vez más común y que este es uno de los principales motivos por los que se presenta delincuencia, entonces los de visión más atrasada, porque conservador no aplica a todos; se oponen a una sentencia de la Corte Suprema en la que un par de mujeres con un hogar legalmente constituido desean darle una familia a una pequeña que lo que necesita es ser crecer protegida, educada y feliz.

A lo largo y ancho del mundo existen casos de personas que han crecido y se han desarrollado como seres humanos íntegros, sanos y tranquilos en medio de hogares con padres homosexuales, que no tienen, necesariamente, vínculos religiosos y que gracias a su perseverancia han sacado adelante a esas personas que sin problema llevan vidas corrientes y no son amenazas sociales como aquellos que crecen solamente al cuidado de uno de los padres y que no reciben suficiente atención.

Sigo sin comprender por qué en Colombia se oponen a todo: Al aborto, al matrimonio homosexual, a la adopción por parte de homosexuales, a la libre expresión del amor y a cambio prefieren coexistir con clínicas “clandestinas” (las más visibles) para abortos, aceptan con más atención que las familias solo tengan una cabeza a cargo de varios hijos, prefieren que los jóvenes estén medio criados por mamás que trabajan todo un día y que deben dejar a sus pequeños al cuidado de vecinos o familiares exponiéndolos a peligros de abuso.

Está comprobado que los niños y jóvenes que crecen en hogares con un núcleo familiar concreto tienen mejor desarrollo social, psicológico, académico y laboral; en cambio aquellos que crecen en medio de las dificultades de no conocer a su padre y no tener a su madre consigo prestándoles atención, son los más propensos a caer en la delincuencia, la drogadicción y hasta la muerte temprana por incurrir mayormente en conductas delictivas.

En estudios sociológicos se ha afirmado que “Los hombres jóvenes hijos de madres solteras son en especial proclives a las conductas delictivas, y esto es cierto tanto para los niveles socioeconómicos bajos como para los altos”. Se dice que  las personas no pertenecientes al núcleo se les clasifican como individuos aislados, es en adelante cuando ellos buscan formar parte de grupos o asociaciones en las que se sienten protegidos y cuidados, así se propagan las pandillas.

Por el contrario si crecen en un núcleo familiar,  independientemente de quienes lo conformen, es la estrategia que deberían apoyar tanto el gobierno como las entidades públicas y políticas que debido a sus tradiciones y creencias poco actualizadas se oponen a que los niños formen parte de verdaderas familias con 2 padres, 2 madres  o padre y madre que deseen entregarles respeto, educación, apoyo y fortalezcan la sociedad y ayuden a destruir esa pobreza mental y social que sigue discriminando a tantos colombianos y colombianas.

Hay que propender por crear familias igual de típicas, usar el término “familias atípicas”, es ponerle un sello que diferencia y distancia a los niños de sus compañeros y a las personas de su individualidad y el respeto e igualdad a que todos tenemos derecho por mandato constitucional.

Les recomiendo ver: http://www.cascaraamarga.es/sociedad/56-sociedad/9388-las-familias-homoparentales-con-hijos-funcionan-igual-de-bien.html

sábado

Buscando respuestas

Los colombianos nunca hemos sido ajenos a la miseria. Si usted no la vive, por lo menos la ha visto caminar por las calles y hasta seguramente le habrá regalado alguna moneda, pero sigue siendo indiferente ante todo el mal que trae esa miseria a sus espaldas.

La desigualdad en Colombia tiene unas dimensiones que no nos alcanzamos a imaginar cuando solo vivimos en las capitales y buscamos ubicarnos en barrios medianamente tranquilos. Pero ¿acaso se han fijado en esas escasas y rápidas imágenes que muestran los medios de la pobreza y las casas palafíticas de alguna gente que vive en Buenaventura? ¿Han visto cómo las construcciones son hechizas e instaladas sobre unas estacas que ofrecen un panorama tan triste y miserable que da ira con la clase política de este país?

¿Desde hace cuántos años nos venimos quejando por la misma razón?  Y entonces, ¿hemos recibido soluciones, respuestas o mejoras? Entre más productiva es la tierra, más dinero se recibe por minería o por transporte e importaciones, más pobre es la población que vive en esos sectores.

¿Cuánto dinero reciben los departamentos y los municipios para invertir en los habitantes y en la calidad de vida de los pueblos? ¿Cuánto de ese dinero se invierte en la gente? ¿En dónde están los entes reguladores que solo se ocupan de la destitución de un par de alcaldes por efecto de basuras y no por la degradación humana que sufren los residentes de sus pueblos y ciudades que no tienen empleo, no consiguen lo suficiente para el sostenimiento de sus hogares y se dedican entonces a servir a los alzados en armas o a los narcotraficantes?

¿En dónde tienen la mente y el corazón los dichosos gobernantes que se posesionan en los cargos públicos, solamente para recibir los amables porcentajes que les arrojan los pocos proyectos que ejecutan sus alcaldías y gobernaciones? ¿Acaso cuando hicieron campaña no visitaron esas casuchas y sectores populares para pedirles el votico y no se dieron cuenta de que viven en condiciones deplorables?, ¿no vieron que la mayor cantidad de población son niños y mujeres que no van a la escuela, tienen enfermedades y no tienen mayores posibilidades a futuro y que seguramente muchos de ellos serán los sicarios y bandoleros de los próximos años?

Al parecer lo único que importa es posesionar en 268 infames que ganan y gastan del Estado colombiano lo que les antoja y no sirven para solucionar nada. Es como si de las elecciones de Presidente, alcalde y Gobernadores comiéramos los colombianos. Lo que necesitamos no está en las urnas, está en la ejecución real de dineros que los mismos habitantes de este país aportamos en impuestos y consumo.

Aquí el único modo de conseguir visibilizar un desacuerdo de la población está en las revueltas, los paros y las masacres, pues de otro modo no hay cámaras que volteen a ver, ni periodistas que escarben en la población denuncias o quejas por maltrato, abuso y olvido. La población en Colombia tiene un gran problema de reconocimiento, de dignidad y de empleo.

Pues de no ser así, seguramente no buscarían reemplazar a un asesinado o desaparecido teniendo tres hijos más. Probablemente no lloraríamos, ni enterraríamos muertos, para luego demandar al Estado y pedir indemnización por ello. Tampoco tendríamos tantos millones de colombianos sin oportunidades que encuentran en las calles el modo de supervivencia y que atacan a otros que un poco más afortunados consiguen algunas propiedades que los primeros desean adquirir, así tengan que acabar con las vidas de los segundos.

Algunos dirán que esta es una retahíla de quejas que no tienen novedad, pero más que eso quiero que sea una retahíla de preguntas a las que se les pueda dar una solución real. No es el hecho de que nos prometan regalar 100 mil casas o que nos muestren resultados DANE en los que visibilizan una falsa baja en el desempleo o aumento en la percepción de seguridad de los ciudadanos.


Es que de verdad los que tienen poder y orgullosamente se posesionaron en los cargos  realicen las obras que le dan calidad vida a la población, no solo parques públicos, sí educación escolar y social, sí creación de empleo con protección, sí inclusión social y por supuesto los ciudadanos deben comprometerse con Sí a trabajar honradamente, sí a comportarse respetuosamente, sí a capacitarse, sí a construir mejoras en la calidad de vida de las familias, los pueblos y las regiones. SÍ.

domingo

ADELANTE CAMPESINO: PRUDENCIA, PACIENCIA Y SABIDURÍA

Hace apenas tres semanas el presidente Santos decía sentirse públicamente orgulloso de tener sangre boyacense corriéndole por las venas, hoy, luego de seis días de parálisis en las vías de Boyacá, dice desconocer el paro nacional agrario.

Cómo es posible que entreguen discursos con verdades a medias y que los colombianos sigamos creyendo en esas mediocridades gubernamentales que por todos los puntos cuentan lo que les conviene desinformando al resto del país, ¿cómo es que nos acostumbramos a elegirlos para que nos opriman y menosprecien?.

Los gobiernos colombianos en cabeza de los presidentes permitieron que poco a poco se nos fueran arrebatando partes del territorio, Perú, Venezuela, Ecuador, Panamá y ahora van por San Andrés islas ¿y nosotros seguimos sin decir nada al respecto,  acaso no es con nuestro salario y nuestros impuestos que pagamos sus sueldos millonarios?

Tampoco hemos dicho nada porque llevan manteniendo a miembros de las Farc desde hace 9 meses en la Habana con todas las comodidades posibles y dejando que estos determinen que se debe y que no hacer con la dignidad de los colombianos, ¿no son 50 años los que llevamos sufriendo sus desmanes, persecuciones, secuestros y todo tipo de violencias?

Y ahora cuando por fin estalla en los pobladores del área rural la desesperación por la ruina, el abandono y la miseria que los obliga a cerrar carreteras a manifestarse por la fuerza, porque por vías pacíficas no son escuchados; entonces vienen a ser vándalos infiltrados que pelean por nada y que están controlados.

No es justo, no hay justicia en este país. Mientras un cotero de plaza de mercado o de vereda en época de cosecha, se gana aproximadamente $13.200 por cargar 88 bultos a una tracto-mula en 5 horas, un congresista se gana aproximadamente $694.000 pesos diarios por asistir ocasionalmente a reuniones en el recinto del congreso y a veces llegan a dormir durante las sesiones, pero no es solo eso, los honorables reciben subsidios para vivienda, primas de bienestar y salud, esquema de seguridad, tiquetes nacionales e internacionales, vehículo blindado y además servicio de telefonía celular con unos 900 minutos disponibles para su consumo.

Cuando un obrero colombiano tendrá tan siquiera un cuarto de tantos privilegios, cuando entenderemos que ninguno de los que están en el poder va a mirar hacia las parcelas de esos campesinos que hoy protestan regando sus productos en las carreteras, de esos campesinos que viven de “la teta de la vaca” y que su única posibilidad es cultivar el pan coger porque ya en la plaza al minorista, o sea al campesino,  no le compran.

No es una protesta vacía y sin argumentos es necesario que se voltee a ver a quienes han decidido ser fuertes y continuar labrando la tierra para traernos productos frescos a la mesa, por quienes con las uñas siguen trabajando para entregar más alimento y menos químicos, por esos que entregan deportistas, alimentados con papas y frutas del trópico.

Exigir mejores condiciones de vida para ellos, tecnificación del campo, de los cultivos y permitir que vivan, no que sobrevivan, como seres humanos dignos; dejar que regresen a sus tierras a arar, sembrar y cultivar; incentivar economías fuertes que reconstruyan las practicas campesinas competitivas y por que no industrializadas.

Pero que hace falta, poner orden a este relajo de país que le ha quedado grande a los gobernantes, cuando tienen el poder no lo usan y cuando se van se meten a dirigir lo que o fueron capaces. Ahora es cuando, ahora es que debe demostrar que defiende a su patria y a la sangre que le corre por las venas, ahora es cuando usando su famosa diplomacia DEBE demostrar que gobierna, que tiene capacidad suficiente para hacer y no para destruir, no para dejarse llevar al redil sin chistar.


Ahora es cuando ustedes campesinos y nosotros hijos de campesinos debemos exigir, no parar, no ceder hasta conseguir que nuestros derechos, libertades y decisiones, sean escuchadas, aplicadas y legisladas. Fuerza campesino, no infiltrado, campesino labrador, recolector, lechero, cotero, camionero, almacenista, propietario, empleado… Prudencia, paciencia y sabiduría·

viernes

Deberes sin condiciones

Orgullosos caminan de un lado a otro los 6 miembros infaltables de las fotos que se conocen de los miembros negociadores de las Farc en Cuba.

Sin el más mínimo asomo de vergüenza dan discursos interminables e inteligibles sobre sus supuestos valores y su perfecta ideología guerrerista, indiscriminada e injustificable. Osan mostrarse ante un país que los ha visto combatir, hostigar, secuestrar, bombardear y traficar; como personas corrientes de una sociedad que sufre los vejámenes de la guerra que ellos mismos han propiciado por años.

Emplean para sus fines perversos a niños, campesinos, hombres y mujeres a quienes bajo presión obligan a tomar fusiles en sus manos, vestir uniformes de guerra y bombardear y asesinar a sus propios familiares y vecinos, les roban el alma y les congelan el corazón con sus ideas de pobreza e insurrección y de este modo los internan en las selvas para que vivan peor que animales, escondidos, abusados y humillados.

Sus jefes y cabecillas se ocupan de organizar a los guerreros que no son más que simples peones de ajedrez que salen de primero para poner el pecho y proteger toda una estructura narcotraficante, secuestradora y terrorista que no les otorga de vuelta ningún beneficio, ni calidad de vida, por la que supuestamente han de luchar los colombianos más olvidados por el Estado.

Esta guerrilla profesa una supuesta doctrina en la que la igualdad y la erradicación de las clases sociales y el capitalismo  sea la ruta de crecimiento y fortalecimiento de los ciudadanos; pero no se han dado cuenta de que sus jefes son los seres que más desean ostentar el poder, abarcar la apropiación de tierras y adueñarse de todo cuanto les sea posible para seguir desangrando a este país; porque  dejemos de creer que lo que ellos quieren es representar a l proletariado, o e palabras más claras, representar a un pueblo oprimido y sufrido.

El sufrimiento de este país se ha dado principalmente a causa de la lucha insensata, egoísta y latifundista de un grupo de hombres que a causa de su corta visión y su pobre capacidad de socializar y de vivir en comunidad  decidieron adentrarse en las selvas colombianas arrastrando a tal condición a inocentes personas a las que además de convertirles en asesinos y terroristas, les truncaron la posibilidad de hacer sus vidas en colegios, universidades y empresas.

Haciendo esta reflexión, hasta comprendo el motivo por el que los gobiernos de este país han estado vendiendo las empresas nacionales,¡ y han acabado con la propiedad del colombiano, quizá por evitar los inconscientes y abusadores terroristas sigan expropiando a los trabajadores colombianos; eso no significa que defienda el proceder del gobierno.

No obstante, entre las dos partes han conseguido que cada vez haya más pobreza, menos calidad de vida, menos campesinos en su parcelas trabajando y produciendo para el crecimiento de este país, para el auto-abastecimiento y sostenimiento de tierras y ciudades; cuando el campesino puede cultivar y proveer de alimentos al área urbana, el ciudadano puede devolver en tecnología y consumo el esfuerzo realizado en la tierra; hay empleo y no mendicidad y desde luego hay más seguridad y menos tiempo para perder en buscar la caída y la corrupción  a los demás.

Soy una convencida de que tener la mente y las manos ocupadas en producir no solo hace que se crezca como persona, como experto (aún cuando no se haya ido a la universidad), como comunidad y desde luego como sociedad. Tener la oportunidad de levantarse sin miedos a un ataque, a un secuestro o a una explosión les da a las personas la posibilidad de fortalecer sus lazos sociales y sobre todo de constituir alianzas reales que protejan y robustezcan la salud mental de los habitantes.

Tener la confianza de poder comercializar y obtener beneficios por lo productos cosechados, por la mercancía hecha en las industrias colombianas, poder contar con empleos reales que cubran las necesidades de las personas, contar con prestaciones sociales y suficientes beneficios tributarios de manera que no haya que evadir impuestos con la finalidad de “vengar” la corrupción de las entidades del Estado.


No es solamente obligación de los guerrilleros abandonar las armas, acabar con el conflicto sin condiciones, permitir que los ciudadanos puedan desarrollarse personal, cultural y financieramente con libertades garantizadas por el Estado, sino que también éste último está en la obligación de hacer valer el poder que los ciudadanos le han otorgado a sus gobernantes y devolverles con buenas prácticas empresariales, financieras y sin más condición que el aporte que cada ciudadano da con su esfuerzo, su compromiso y su trabajo.

martes

Anticoncepción responsable, está en nuestras manos

Andando sin mayores pretensiones por las calles bogotanas, es inevitable ver cómo cada día hay más habitantes y cómo se degrada más y más nuestra sociedad. 

No hace falta buscar, con voltear a ver usted se encuentra con basuras, contaminación visual, agresividad de peatones, pasajeros y conductores; si usted camina por un barrio cualquiera, por lo regular va a encontrarse con algún adolescente o una pandilla con cara de pocos amigos; se anda desconfiado al toparse con personajes así.

Desafortunadamente los adolescentes de hoy han crecido sin la atención, ni la educación de sus padres, por lo que es difícil exigirles estar en casa, o buenos comportamientos con los demás. He visto, y desde lejos, como se degradan sus vidas, como inician a fumar y poco a poco sus mismos amigos, que a su vez son sus guías, compañeros y educadores; los van induciendo a consumir drogas. 

Incluso han perdido toda vergüenza, pues apenas el sábado en la noche tuve la desagradable experiencia de viajar en un bus de servicio público que iba lleno de adolescentes, olía a marihuana, como si la estuvieran fumando adentro, pero lo peor fue cuando delante de mi, un jovencito de unos 14 o 15 años sacó un paquetito y si reparo empezó a esnifar un polvo blanco.

No soy madre y no quiero serlo; pero desde mi punto de vista ésta incómoda práctica pública me despierta una sensación de zozobra, pienso en las famosas propuestas de nuestros mal llamados "padres de la patria" (porque son un pésimo ejemplo a seguir), que buscan admitir el consumo libre de alucinógenos, si ahora que es prohibido o cuando menos reglamentado es increíblemente desvergonzado, no quiero imaginarme como podría ser si fuera aprobado en libertad plena.

Tal vez para muchos, sea esta una posición muy conservadora o vaya uno a saber si definitivamente liberal, que apoya la limitación a estos inadecuados actos que destruyen aceleradamente nuestra sociedad; pero considero inviable seguir permitiendo que vengan y vengan seres a este mundo sin control, con madres que los tienen por obligación, que a duras penas pueden mantenerlos y que en varios casos ni siquiera pueden verlos despiertos durante la semana.

Ya sé que está pensando en el aborto; pero la verdad yo pienso es en anticoncepción. De poco sirve actuar cuando se ha cometido el error; para mi aprobar el aborto como control de natalidad no es la salida, la mujer a pesar de no desear ese hijo, tendrá en su mente que privó una vida; y a la larga eso generará en ella cargos de culpa o sentimientos de autorechazo. 

Sin embargo, si se pensara en la anticoncepción ya sea medicada o con métodos irreversibles (que considero más adecuados) podría hacerse un control efectivo de la natalidad. Control que a futuro permitiría una reducción en la población, reducción en asesinatos, suicidios, milicias, inseguridad, corrupción, desempleo y todas aquellas demandas sociales que los gobiernos no pueden suplir, o no han podido controlar.

Lo que sí pueden hacer los gobiernos es ocuparse de la salud emocional y sexual de las personas; invertir no únicamente en educación  o establecer cátedras escandalosas en los colegios y escuelas; sino actuar de verdad. Encontrar el punto de equilibrio entre la reproducción responsable y la anticoncepción lógica, concienzuda y definitiva, tanto en hombres como en mujeres.

Colombia dice ser un país en vías de desarrollo, y aún no se ha logrado integrar ese concepto a la actitud y la conciencia social de las personas; no obstante, no es un caso perdido. Si se quiere salir adelante, erradicar  la guerra interna, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y convertirse en un lugar productivo y competitivo, debe empezar por dirigir la mirada a las personas y destinar dineros que sean utilizados en procesos de educación, calidad de vida y mejoras en la emocionalidad de los colombianos.

Solo atendiendo a plenitud las necesidades humanas como primera meta, será posible caminar hacia el desarrollo social, económico, político y cultural de los colombianos.





sábado

Perdiendo la fe

Soy una colombiana nacida a mediados de los 80 que con algo de conciencia recuerda horrores de la violencia del narcotráfico, al pasar unos años y con un poco más de entendimiento aprendí sobre la existencia de los alzados en armas que en ésa misma época provocaban asesinatos, bombas y atentados por todas partes y no recibían ningún castigo.


Veinti tantos años después uno sigue escuchando y viendo a través de los medios de comunicación y los libros de decenas de autores, que relatan con detalle y sin pudor la forma como paramilitares, guerrilleros, bandas criminales, concejales, policías y ciudadanos del común asesinan despiadadamente, torturan, ultrajan y despojan a sus víctimas incluso de su dignidad que es lo único que un muerto se lleva.


Se ha hablado mucho de la educación, de la cultura ciudadana, de los propósitos y programas de
Gobierno que supuestamente harán que los colombianos salgan de pobres y encuentren empleos dignos, tengan viviendas de verdad en barrios con bajo riesgo a desastres naturales, vayan a terminar su estudios al menos secundarios y en lo posible se superen en el nivel de educación de modo que haya cada vez más profesionales con doctorados y maestrías.



Pero de qué sirve tanto buen propósito si en verdad estamos deshechos por dentro, si la violencia ha tenido más efecto en nuestras mentes que las palabras de los maestros en las aulas. O para la muestra traigan a sus mentes cuántos estudiantes de los que conocen, demuestran verdadera alegría cuando deben hacer tareas escolares o preparar exposiciones, parciales o trabajos de grado; cuántos desearían que el domingo en la noche pararán todos los relojes, el mundo se paralizara y no tuvieran que prepararse para ir a la escuela al día siguiente.


Cuántos de los que están inscritos en instituciones académicas van verdaderamente a estudiar y cuántos a hacer amistades o negocios (véase  http://m.eltiempo.com/justicia/venta-de-droga-cerca-a-colegios-tiene-en-alerta-a-las-autoridades/8304560 ). Y no sólo en la academia se ve la pérdida de la inversión; acaso un par de alcaldías en la capital ¿no han intentado hacer cultura ciudadana? no se supone que ¿todos debemos respetarnos? la actitud de algunos duró lo que duraron las administraciones mencionadas y hasta ahí, porque ni siquiera la campaña de Inteligencia Vial caló en los ciudadanos.




Desde mi perspectiva este es un país dañado y sin solución pronta, en verdad perdí la fe. Todas las luchas en contra de la viveza de unos (llámese corrupción) y la negligencia de otros,  han sido vacuas. Acaso las marchas de los colombianos para que liberen secuestrados ¿han tocado a los cabecillas de Farc, ELN, Autodefensas y todos los demás? Pues no.


A los ministros de defensa les quedó grande la tarea. Los militares de carrera y soldados bachilleres siguen muriéndose en las selvas y pueblos colombianos y la guerrilla sigue ahí; negociando, traficando, robando, secuestrando y todo eso con el apoyo de políticos corruptos que nosotros mismos hemos elegido, esos mismos políticos que compran conciencias con un tamal a cambio de votos y como pago al ciudadano crédulo le roban impuestos, aportes, esta y la otra vida.


Las Instituciones tienen tantos corruptos y fraudulentos colaboradores en sus nóminas, que ya no saben por dónde empezar a hacer auditorías, ni en quien confiar, porque todos se han vendido, todos tienen de una u otra forma las manos "untadas", todos, tiene rabo de paja.


Entonces, ¿por dónde empezar? a quién se le ocurre una propuesta o método en el que el colombiano se convierta en un ser consciente, modere sus modales, sea compasivo, respetuoso de su propio ser y por tanto del de los otros; una forma en la que podamos erradicar la corrupción la violencia el abuso; una fórmula con la que desde el más alto dignatario hasta el más humilde de los ciudadanos, entienda y coopere con la reconstrucción de una sociedad libre de verdad.


Hay quienes dicen que para reconstruir hay que destruir, pero ¿en todos estos años de guerra interna no nos hemos destruido lo suficiente? ¿hasta dónde hay que llegar? ¿por qué todos seguimos tan ciegos? Apelo a sus conciencias, a su inteligencia, a su sabiduría para encontrar un método aplicable a nuestra sociedad para que no sigamos perdiendo la fe, la fuerza, para que no nos convirtamos en entes sin sentimientos, ni futuro.

jueves

¿Consiente usted la violencia?

Hasta hoy me había negado a pensar que muchos de los casos de agresión y violencia que hemos conocido en nuestro país tiene que ver con el constante bombardeo de información que recibimos a través de los medios de comunicación de masas.


Tengo por profesión la Comunicación Social, no obstante considero que hay que explorar y contar los sucesos del país, pero estoy convencida de que se debe ser cuidadoso con la forma en la que los televidentes, lectores y oyentes perciben la información.


En un principio se creía que los medios ayudaban a construir sociedad, incluso Colombia tuvo con  Radio Sutatenza el propósito de  llevar educación a los adultos de las zonas rurales, pero infortunadamente con el crecimiento excesivo y descontrolado de la población colombiana y la creciente falta de oportunidades han degradado los pensamientos y también se erradicaron las brillantes propuestas educativas (porque no venden) .


Todo indicaría que es comprobable la idea de los abuelos que aseguraban que, tener la mente y las manos ocupadas en las labores productivas, era la mejor forma de evitar los malos pensamientos y actos. Pero a eso hay que sumarle el hecho de que en la actualidad todos tenemos acceso a la información del mundo y que por ese motivo nuestras mentes están invadidas tanto de lo útil y como de lo mayormente inútil.


Es difícil controlar la cantidad de basura a la que tenemos acceso y por estas épocas parece que el tema de tener conciencia y control sobre nuestros deseos y pensamientos ya hace parte de las mentes de los conservadores, ultraderechistas o hipócritas, no obstante es importante tomar conciencia sobre aquellas cosas que permitimos nos destruyan.


Tal vez soy conservadora y hasta retrógrada si se quiere, pero el hecho de tener acceso a tanta información pornográfica, a tanta noticia macabra y crónica roja, el hecho de vivir en un país lleno de injusticias, fraudes y corrupción nos han convertido en seres insensibles y permisivos.


Nos hemos convencido de que los buenos somos más, pero todos los días encontramos con que hay nuevos "malos" en las páginas de los periódicos, en los informativos 24 horas y en cada emisión de noticias. Cada vez nos estamos convirtiendo en seres más desvergonzados,  permisivos y desocupados. Para muchos el gobierno tiene la culpa de cada cosa, pero en verdad somos nosotros mismos quienes decidimos qué ver, qué escuchar, a quién creerle y sobre todo qué es útil y que no.


Sé que desde el comienzo de los tiempos nos debatimos entre el "bien" y el "mal", pero también sé, como ustedes, que hay dentro de cada uno suficiente inteligencia para identificar entre lo que construye o destruye una vida. Desgraciadamente en Colombia destruir o ser cómplices se ha convertido en un hábito, que hay que erradicar. No se convierta usted en uno de los malos, acuérdese de que "los buenos somos más".

De turista en Santa Marta

 Hace unos días tuve la oportunidad de tomar unos días de descanso en Santa Marta, porque como buena cachaca las mejores vacaciones son con ...